viernes, 23 de mayo de 2025

DEMOCRACIA

Esta es una referencia que integra lo que expresan programas y visiones de las agrupaciones y partidos de la Alianza UNIDAD, para enriquecer el discurso de candidatos, portavoces y dirigentes. No es un documento oficial.


LA DEMOCRACIA HOY


Bolivia atraviesa una de las más graves encrucijadas de su vida republicana. A pesar de que el restablecimiento de la democracia en 1982 marcó un punto de inflexión histórico, permitiendo dejar atrás la era de los cuartelazos y del autoritarismo militar, hoy ese legado se encuentra profundamente amenazado. La democracia, entendida como forma de gobierno, régimen de libertades, cultura cívica y pacto social, se ha ido vaciando de contenido bajo el peso de su instrumentalización, la captura partidaria del Estado y la erosión sistemática de sus instituciones clave.


El problema no es únicamente coyuntural ni reducible a un gobierno. Se trata de una enfermedad prolongada que ha debilitado la musculatura institucional del país. El Poder Judicial ha sido cooptado políticamente; los órganos electorales han perdido credibilidad; el aparato estatal ha sido convertido en botín de guerra por redes partidarias y corporativas; la corrupción se ha naturalizado como parte de la gestión pública; y la idea misma de representación ha sido sustituida por el culto al caudillo. Esta es la herencia estructural de un modelo autoritario, populista y patrimonialista que ha secuestrado el Estado para ponerlo al servicio de intereses particulares y mafiosos.

En este contexto, la democracia boliviana necesita más que una defensa retórica: requiere una refundación práctica. El futuro de Bolivia solo puede construirse sobre un acuerdo nacional y democrático que supere los extremos ideológicos, que una a liberales y progresistas en una síntesis superior: un proyecto común de convivencia en libertad, justicia, respeto y legalidad. La democracia boliviana del futuro no podrá sostenerse sin una nueva arquitectura institucional que impida su captura y asegure su integridad.

Por ello, el primer paso indispensable es la reconstrucción de la institucionalidad democrática, empezando por una reforma profunda del sistema judicial. La justicia no puede seguir siendo un apéndice del poder político ni una máquina de persecución. El país debe instaurar un modelo de selección judicial basado en el mérito, la transparencia, la evaluación periódica de desempeño y la rendición de cuentas. Eliminar la elección popular de magistrados, como propone el programa de la Alianza UNIDAD, es un paso necesario para restablecer la independencia y la eficiencia judicial.

Asimismo, urge reforzar el sistema electoral, dotando al Órgano Electoral de autonomía real, recursos propios y controles ciudadanos efectivos. La credibilidad de los comicios es el pilar de toda democracia representativa; sin ella, el régimen se deslegitima en su origen. No hay pacto democrático posible si la ciudadanía no cree en el valor de su voto.

El segundo pilar de esta refundación es la lucha frontal contra la corrupción. Digitalizar los procesos estatales, implementar sistemas abiertos de compras públicas, proteger a denunciantes y establecer mecanismos de control social vinculantes son herramientas que ya están funcionando en otros países con éxito y que Bolivia puede adoptar. Como bien lo advierten los documentos programáticos, la corrupción no es solo un problema ético, sino un obstáculo directo para el desarrollo, un factor de pobreza y una fuente de desigualdad.

Junto a ello, se necesita una nueva cultura política basada en la meritocracia. Es hora de terminar con el modelo de reparto de cargos como premio a la lealtad partidaria. El servicio público debe estar profesionalizado y despolitizado, con reglas claras, concursos públicos y evaluación constante. Esto no solo mejoraría la eficiencia del Estado, sino también la percepción ciudadana sobre su legitimidad.

Pero más allá de las reformas técnico-institucionales, la democracia necesita reconstruirse como pacto social. Bolivia debe superar la polarización que ha fracturado su tejido nacional. La unidad no puede ser entendida como homogeneización, sino como integración de la diversidad. Nuestra democracia será sólida si es capaz de garantizar la inclusión de las naciones y pueblos indígenas, de las mujeres, de las regiones, de las juventudes y de las distintas corrientes políticas comprometidas con el pluralismo y la legalidad. En un país de alma múltiple, como el nuestro, no puede haber democracia sin diversidad.

Una propuesta clave que debe tomarse con urgencia es la eliminación de la reelección presidencial en todas sus formas. Ninguna democracia madura permite la perpetuación en el poder de un mismo caudillo. La alternancia no es solo una regla constitucional, es una garantía republicana y una barrera contra el autoritarismo.

Finalmente, es esencial promover una ciudadanía activa y vigilante, que no se limite a votar cada cinco años. La participación ciudadana debe institucionalizarse a través de mecanismos permanentes de control social, diálogo público y deliberación política. Bolivia necesita más ciudadanía y menos clientelismo.

La democracia no es solo una forma de elegir gobernantes: es una forma de vivir. Requiere normas, instituciones, cultura cívica y voluntad compartida. No basta con defenderla: hay que reconstruirla. Este es el desafío del siglo XXI para Bolivia. La esperanza no está en un salvador providencial, sino en el compromiso colectivo de los bolivianos con un nuevo pacto democrático.

Construir ese futuro es posible. Y empieza hoy.